Mi devoción religiosa

Desde muy pequeño, mis amadas Madre y Abuela, me introdujeron en el tema de la religión católica, con rezos y oraciones, pasajes de la Biblia, que a mi corta edad no comprendía cabalmente, recordando sobre todo lo que se refiere a aquel Jonás que se lo tragó una ballena y vivió dentro de ella por algún tiempo, hasta que el enorme animal lo vomitó porque no le gustó su sabor.

  Después, ambas amadas mujeres me vestían de indito en diciembre para llevarle flores a la Virgen con un sombrerito de paja muy usado y sudado, pantalón y camisa de manta y unos huaraches ridículos que me hacían

caminar como pollo espinado;  todo ésto acompañado, por supuesto, de las risas y burlas de mis burlescos compañeros de la escuela primaria, haciéndome sentir como un pequeño y triste cristito crucificado.

  Ya casi adolescente, me llegó la famosa Doctrina Dominical, impartida por una chica de 18 años de edad, quien comenzó a activar mis hormonas naturales, y en lugar de aprenderme la Doctrina, comenzó a prendérseme la mecha de la vela adolescente.

  Después de la adolescencia me convertí en adulto conviviendo con amigos en el trabajo y estudio, en un torbellino de locura, y así terminaron las esperanzas de mi Madre y Abuela, en su afán de convertirme algún día en un destacado cura.

  Sin embargo a estas alturas de la vida, no he matado, ni he robado, y ya ochentón, muy añejado, ya no estoy en condiciones de portarme mal, porque todo me hace daño, y estoy terminando mi vida felizmente como un añejo ermitaño.

  Mi último deseo es que me trague una ballena y  tratar de seducirla para casarme con ella, viviendo juntos en la Laguna de Chapala, en vida plena y eterna. Y como diría Jonás: -«¡Aún hay más!»

Dalan16@hotmail.com                                               *Doctor en Ciencias Marinas. UdeG.

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